Crónica salida al Mallo Acherito y Ezcaurre. 30-31 Marzo 2019.

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En el refugio de Linza nos esperaban para la cena del viernes 29 de marzo pero las 8 de la tarde es muy pronto para que los que trabajan lleguen desde Madrid a tiempo. Por eso más de la mitad de los catorce que fuimos, cenaron por el camino.

Una habitación completa para nosotros solos nos permitió dormir a pierna suelta. Pocos bufidos nocturnos y buena temperatura. A las 7 y media estábamos desayunando y poco después de las ocho emprendiendo la marcha en dirección al Paso del Caballo. Nuestra meta de hoy es el Mallo Acherito, ascensión exigente pero sin excesivas complicaciones técnicas. Con la poca nieve que queda aún serán menos. José Juan hubiera querido traer los esquís para despedir la temporada pero hoy no lo ha hecho y como mucho, cada cinco minutos nos lo hace saber.

Comenzamos la subida a través de un bello hayedo que en otoño estará espectacular. Coincidiendo con su límite encontramos la nieve de manera casi continua. Para qué queremos más: "-podríamos haber traído los esquís", "-por aquí con los esquís se iría mucho mejor", y pum, pum, y pum, pum,...

En la ladera previa a la Plana de Diego los crampones se hacen imprescindibles. Una caída nos llevaría muy abajo pero las condiciones son buenas y el peligro escaso. Pronto Amparo nos recuerda, nos exige, que es la hora del almorcé y obedecemos de inmediato. Hay que coger fuerza para las próximas horas.

Al llegar a la Plana nuestro destino aparece al fondo, en lo alto, parece muy lejano y empinado.

Poco a poco veremos que no lo es tanto. O casi. Las últimas rampas no queremos imaginarlas con hielo. Hoy la nieve está perfecta para los crampones y nos permite una ascensión zigzagueante perfectamente regulada por Chus.

La cumbre del Mallo Acherito (2378 m) no está solitaria. Seremos unos treinta, contentos por  haberla alcanzado y peleando por las mejores fotos.

Mas comidita y comienza el descenso. Estas primeras rampas parecen, como siempre, más empinadas que en la subida, pero son las mismas. Y con la nieve más blanda, perfectas para dejarse ir. Huyendo poco a poco de un cielo que ya empieza a cerrarse.

El regreso no tiene misterio; por el mismo camino que en la ida pero disfrutando mas aunque el run-run por no haber venido con los esquís no ha cesado. Todo se perdona, incluso esto.

Y más cuando al llegar al refugio de Linza (1350 m) tenemos tiempo más que de sobra para recuperar los líquidos perdidos acompañados por un poco dietético picoteo. Total por una vez...

Después de la cena (¡qué pollo más rico!) nos conjuramos para no olvidar que por la noche cambia la hora y que nuestros relojes biológicos y de muñeca deben adelantarse una hora. El caso es que los de muñeca quien sabe, pero los biológicos no lo hicieron y a la hora convenida para levantarse lo único que deambulaba por el refugio era un plácido runruneo.

El caso es que el domingo comenzó con un importante estrés para lograr salir a la hora convenida. Y se logró. Con los coches cargados con toda la impedimenta nos acercamos al collado de Arguibiela donde quedaron aparcados.

Al igual que el sábado, el camino al Ezcaurre comienza con una fuerte subida a través de otro precioso hayedo. Cuando el bosque termina, los crampones se hacen imprescindibles pues la nieve está muy dura y la pendiente es fuerte.

Menos mal que en los últimos 200 metros el desnivel se suaviza y avanzamos mas ligeros.

Alcanzada la cumbre (2045 m) todavía nos acercamos hasta el límite oriental de la plana cimera desde donde se tiene unas espléndidas vistas de toda esta zona pirenaica y del profundo valle de Ansó que tenemos bajo nosotros.

Nos quedaríamos mucho más tiempo disfrutando del espectáculo pero debemos regresar por el mismo camino y llegar a comer antes de coger los coches de regreso a casa.

Magnífico fin de semana en todos los sentidos. Meteorología respetuosa , objetivos cumplidos y ambiente inmejorable. ¡Qué todas las próximas sean así!.

Pepe Ynat.

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