BTT: CRÓNICA CADENCIOSA 14.11.2021

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Con cuánto cariño había preparado esta salida a Canencia Fojo es difícil de cuantificar, dada su magna capacidad cardiaca. Lo que parecía una ruta de tres horas, se convirtió en una gira de casi siete, merced a las variadas aventuras que tuvieron lugar. 

El comienzo fue inusualmente tardío, a las 10 el café del pueblo, so pretexto de goce bicicletero entre amigos, pero tuvo que retardarse por el atasco tentacular que nos aprisionó en distintos puntos. Los abrazos a nuestro querido Juan reincorporado, a los nuevos amigos Víctor, Ramón y Pablo, a los dulces Mamen y Antonio, a los de siempre, Ricardo, Carlos Fernández, Isabel y Roberto, a nuestro Nacho, sobrao pasiego, que organizó una buena en Cabuérniga donde hasta cayeron avellanas, tralará, Jesús y esta que les escribe, última de la tropa. El ascenso anunciado se impuso a la emoción de mi primera subida al puerto y cuando nos quisimos dar cuenta, Roberto, con su bicicleta pulmonar, Isabel y Nacho se salieron de la crónica hacia la carretera, mientras los aguerridos trepábamos con la bici por donde el sol iba lamiendo la escarcha que quedaba. Todavía me sigo admirando de la capacidad de la bicicleta para subir por encima de roquedos y pedrolos y me sorprendía con la lengua fuera empujando y dirigiéndola hacia arriba y acordándome del caballo Furia y su relincho triunfante que no sé si salía de mi Orbea. ¡Qué ingenio tan maravilloso! Los guantes y las prendas iban cayendo por la inercia de la cuesta y de vez en cuando los pinchazos de Víctor nos daban un respiro. El oro de los melojos y la plata de la nieve que ribeteaba el sendero hacían del ascenso, un paseo delicioso. 

No sabía yo que iba a echar de menos la trepada, cuando me vi cuesta abajo rodeada de amígdalas puntiagudas y pequeñas grietas terruñeras que recordaban a mi convaleciente hombro el dolor a la vuelta de una maniobra errada. El sol todo para mis miedos y mis compañeros queridos a la espera de ellos sin protesta alguna. 

Cuando se comenzó a llanear llegando a Alameda, parecía conveniente repostar y nos encontramos con extraños bares de tapadillo sin tapas que ofrecer, que propiciaron la dispersión. Víctor, al grito de que tenía unas patatas con carne en el coche que se le iban a enfriar, puso pies en polvorosa, Juan salió disparado a Canencia e Isabel y Roberto buscaron mejor suerte gastronómica. Casi a las tres de la tarde, diez jinetes beteteros y hambrientos calmaban sus ansias ante una caña y una rodaja de pan cada uno, repartidas capuchinamente, con sombrerito de jamón y queso. El milagro de los panes y los peces se repitió en diez bocaditos minimalistas para acompañar a otro botellín y eso fue todo, porque la alegría y la camaradería en este grupo engordan ayudados por dos polvorones que Mamen repartió para diez. 

Lo que siguió, ya se sabe, un dulce y largo beso rodeando el embalse de la Pinilla por esos pueblos de quietud dorada. La llegada cercana a Lozoya donde se divisa el embalse con aguas argentinas y sus dulces lomas, como una diminuta Suiza…Y los caminos se me hacían recuerdos de otros placeres: el recuerdo de la ruta por los pueblos de Lozoya con Marisa y Rafa o mi inauguración en el club con la salida de Fojo también a Garganta de los Montes…Sólo queda un repechito de 300 metros, nos decía nuestro guía y la tarde se iba posando tras pasar el puente de piedra que nos anunciaba que el sol se iba despidiendo. Faltaba el pinchazo de Jesús, último aguijón a poco de la llegada. Las últimas pedaladas fueron en esa luz amable y rosa de la tarde que se desliza sin molestar y que colocaba a nuestra vista el último regalo de Fojo: un puente recoleto y medieval que nos saludaba tras tantas horas de paisajes variados y cambiantes, tantas peripecias, tanta belleza y tanto cariño tras la parabólica sonrisa de Fojo. Mis compañeros me siguen esperando y yo llego siempre, tardía y entusiasta, dejando aquí la crónica con la que alunizo agradecida. 

Crónica: Laura Serrano de Santos

Fotos: Francisco José Sancho (Fojo), Ricardo González Castán, Laura Serrano de Santos, Nacho Aizpurúa Garzón

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